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Verter o revertir, convertir o vértigo, ansia o lanza, como sea: el poema es siempre un movimiento dental filoso

en Querida de Gabriela Bejerman. Porque la escritura, como diría el legendario Samuel Rosenstock, empieza

en la boca. Pulsión infantil originaria: oler con el paladar, probar y degustar con el oído, sentir con los dientes

para iniciarse en el universo del deseo. Con las palabras sucede algo parecido: antes que su posibilidad de gesta visual, el lenguaje de Querida tiene su propia disposición gastronómica, sus papilas gustativas, sus texturas sonoras; a veces se prefiere crudo, otras a punto, tierno o carbonizado yseco como un pan que en la puerta del horno se nos quema. El verso como beso: los textos convocan otra lengua de manera constante, un intercambio de fluidos y una gramática corporal que es puro desafuero: “vamos a guardar unas palabras en este

sobre / vos escribís una yo la otra, y así”. Pero Querida no está, Querida se fue y ahí comienza la proeza del poema, en busca de la lengua que falta: siempre falta.


Matías Moscardi

Agosto de 2017

Mar del Plata


Caleta Olivia ediciones

Querida - Gabriela Bejerman

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Verter o revertir, convertir o vértigo, ansia o lanza, como sea: el poema es siempre un movimiento dental filoso

en Querida de Gabriela Bejerman. Porque la escritura, como diría el legendario Samuel Rosenstock, empieza

en la boca. Pulsión infantil originaria: oler con el paladar, probar y degustar con el oído, sentir con los dientes

para iniciarse en el universo del deseo. Con las palabras sucede algo parecido: antes que su posibilidad de gesta visual, el lenguaje de Querida tiene su propia disposición gastronómica, sus papilas gustativas, sus texturas sonoras; a veces se prefiere crudo, otras a punto, tierno o carbonizado yseco como un pan que en la puerta del horno se nos quema. El verso como beso: los textos convocan otra lengua de manera constante, un intercambio de fluidos y una gramática corporal que es puro desafuero: “vamos a guardar unas palabras en este

sobre / vos escribís una yo la otra, y así”. Pero Querida no está, Querida se fue y ahí comienza la proeza del poema, en busca de la lengua que falta: siempre falta.


Matías Moscardi

Agosto de 2017

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